Hoy hemos vivido una experiencia fuera de lo común en clase, un momento que ha dejado a todos mis alumnos, y a mí también, con más preguntas que respuestas. Todo comenzó con una llamada telefónica que, de forma escueta, me informaba de la llegada de un paquete. Un paquete especial, destinado tanto a mis alumnos como a mí, pero sin más detalles. La curiosidad ya se había encendido.
Cuando el paquete finalmente llegó, lo que encontramos en su interior fue aún más enigmático de lo que imaginábamos. Cada uno de mis chatis recibió una pequeña bolsa que contenía un mensaje misterioso y una runa, un símbolo grabado que parecía tener algún significado oculto. Pero la sorpresa no terminaba ahí: mi bolsa era diferente. Era negra, y en su interior no había una runa, sino dos. Dos runas sin inscripción alguna, como si estuvieran esperando ser completadas o interpretadas de alguna manera.
En cuanto repartí las bolsas, el aula se llenó de murmullos y especulaciones. ¿Qué representaban las runas? ¿Por qué había recibido yo una bolsa diferente, con dos runas en blanco? La imaginación de mis niños comenzó a volar, y las teorías no tardaron en surgir. Algunos pensaron que las runas eran pistas, otros que escondían algún tipo de desafío o mensaje oculto que debíamos descubrir juntos.
Lo cierto es que, hasta ahora, no tenemos todas las respuestas. Pero lo que ha quedado claro es que este pequeño incidente ha despertado algo en todos nosotros. La sensación de que estamos al borde de una revelación, de algo mucho más grande de lo que inicialmente parecía. Las runas son solo la primera pieza de un rompecabezas, una invitación a un viaje lleno de misterios por resolver.
No puedo evitar preguntarme: ¿Qué nos deparará el futuro? ¿Qué significado tendrán estas runas en el contexto de nuestro proyecto? Lo que mis alumnos no saben es que esto es solo el comienzo. Algo grande se avecina, y el misterio está lejos de resolverse. ¿Estarán preparados para lo que está por venir?
Pronto lo sabremos.
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